Leo y escribo demasiado. Posiblemente sea un problema. El ejercicio de ponerme en los zapatos de las protagonistas de historias de acoso en el deporte me llevó un día a pensar que haría si eso me pasa.
Era real el pensamiento, ya que había decidido transformar mi vida competitiva en una de comunicación social. La sensación es terrible. Pero, como en muchas de las lecturas y escritos que he realizado he encontrado la fortaleza en sus recomendaciones: se debe mantener la dignidad, el respeto, la paz y el balance emocional por encima de los caprichos del machismo.
Mi familia fue la primera en “leerme la cartilla”, consiente en los retos que conlleva la profesión de comunicar. Me hablaron a “calzón quitao” de lo que podría venir por mi elección de informar por “ambos bandos”, hombre y mujer. Creo… que por eso me formaron en carácter e independencia.
Envolverse en el tema, como víctima o apoyo de una víctima, no te exime de sentir el horror que provoca cada una de las sensaciones que hacen impune el acoso. El alto, el pare, el basta ya … es lo único que puede acabar con esto, seguido de la educación.
No es así de fácil como los segundos que me tomó escribir la línea anterior. Es un torbellino de sensaciones que comienzan con la ansiedad, ataques de pánico, el miedo al señalamiento y más.
No acaba ahí. Llega a un clímax donde la autodefensa se apodera para combatir la corrupción mental que ejercen los extras de la historia con maltrato sicológico, relevo de confianza y la persuasión para que “cállate la boca, no digas nada. Piensa bien las cosas. Piensa en tu carrera”. Eso se llama asquerosamente manipulación.
Eso puede tomar meses, años y hasta décadas. La impunidad del acoso sea en el deporte, en el oficio, en el seno de la familia, en el plano religioso, debe ser erradicada.
Las herramientas educativas en un país que es machista y se hereda en todos los géneros son esenciales.
Los medios de comunicación, sin excluir a la prensa deportiva, deben atender el tema con educación no solo en el mes de la mujer trabajadora. Sino en sus maneras de tratar los temas, de salirse de la caja de resultados y la venta de anuncios para sostenerse como medio. Hacerlo RES- PON- SA- BLE- MEN- TE.
La sociedad, el gobierno, las entidades privadas y los medios de comunicación no pueden seguir tomando con miedo un asunto que es tan asesino como las drogas, el alcoholismo, el VIH, entre otros.
Las mujeres, la comunidad LGBTTQ+ y las minorías siguen sufriendo de la falta de inactividad por todos los sectores que atienden el tema. Es una dolencia que no es tratada.
Solo la atienden pocas mujeres que alzan su voz públicamente y otras desde el anonimato.
Valientes las que hacen pública su lucha, porque de ellas será el reino de la justicia. Inspiran a otras a unirse a perder el miedo y hablar.
Como dice la arquera olímpica Gloria Rosa:
“Creo firmemente en nuestros derechos en todos los ámbitos, civil y deportivo. Por eso soy en muchas ocasiones muy firme y a muchas personas no le gusta eso”.
Por esto y más es que me uno a las voces de las mujeres que NO queremos un 8 de marzo felicitaciones, sino que se unan a la encomienda de tener un mundo de respeto, dignidad y derechos.
Dedicado a mi mamá Ivonne, Ineabelle Díaz, Ivelisse Echevarría, Gloria Rosa, Luly López, Rosa Hechevarría, Betsmara Cruz, Jiovanny Ollua, Miriam Ginés, Damaris Arroyo, Katefrans Flores, Laly Carrasquillo, Enid Rodríguez y Delia Lizardi. Mujeres empoderadas que se regalan al mundo por la equidad de género.