Tokio 2020 fue un todo #EsPosible

La destrucción de la invalidez. La validez de la construcción.

Concluyeron unos Juegos tormentosos con la esperanza puesta en París 2024. Pero … como en toda tormenta, viene la calma.

Por consecuencia de la aparición de la pandemia por COVID 19, el terror al virus desvaneció un año y medio de agenda programada. Desaceleró la agitada carrera que se llevaba en el deporte con el cumplimiento de tiempos y resultados para un propósito absoluto: los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. En esta Olimpiada, proceso por el cual se tiene que pasar para llegar a los Juegos, tuvo cinco años de crecimiento y más de un podio.  La primera medalla de oro fue entregada a todos los que pudieron clasificar a la competencia universal. La segunda presea se conquistó como resultado del esfuerzo competitivo materializado en oro, plata y bronce. Un añadido, el diploma olímpico.

La incertidumbre apareció con sus integrantes “poderosos”:  el terror, el miedo, la ansiedad y la depresión. Su enfoque fue acabar con toda ilusión e invalidar los esfuerzos de sus rivales astutos como la confianza, la fe, la paciencia, la seguridad y la valentía.

El combate estuvo en progreso con asaltos que necesitaron de puntos de oro para definirse. Hubo derrotas y hubo victorias. Derrotas que provocaron la claudicación de las metas. Victorias mentales y emocionales que avivaron la resiliencia para resistir huracanes, terremotos y pandemias.

A diferencia de otros escenarios deportivos, los fanáticos no estaban en la instalación deportiva. En esta ocasión estaban en las gradas de las redes sociales, sin contacto, en un gran porciento desinformados y en la presunción. Tres fuentes de disminución al esfuerzo de los que se aferraban los deportistas para cumplir su deber. La única forma de ganarle a los eruditos del teclado y a las potenciales mentes de la desacreditación fue destruir la invalidez con acciones de honestidad y responsabilidad. Una reverencia al país pidiendo perdón, apoyo incondicional y una segunda oportunidad por no cumplir «las expectativas» deportivas.

La construcción de nuevos paradigmas deportivos, sin espacio a dudas, los dio Tokio 2020. Validar que llegar a unos Juegos Olímpicos es ya un resultado grande es opción. Validar la derrota como vehículo de mejoría es otra opción. Validar las críticas de los que han construido en el deporte es opción. Validar la reacción de los que construyen a diario dentro del deporte en silencio es opción.

Tokio sí fue un espacio donde, más que un oro, un séptimo lugar, una semifinal o las muchas derrotas, la destrucción de la invalidez y la validez de la construcción hacen campeones olímpicos en una sociedad que cada día se desvanece en la deshumanización y se pierde en el significado de la perfección. 

Los XXXII Juegos Olímpicos fueron más que las emociones vividas un 1ro de agosto en Puerto Rico o un 2 de agosto en Tokio 2020. Fue una Olimpiada de cinco años de crecimiento deportivo, el descubrimiento de nuevas maneras de desarrollar en la reinvención por la pandemia y el final de filosofías banales.

Una vez más salieron los buenos de verdad y los villanos de cartón.

Tokio 2020 fue un todo #EsPosible. Los trigésimos segundos Juegos Olímpicos fueron un espejo de cada uno de los puertorriqueños. Tokio, la verdadera manifestación de la Patria misma.

¿París 2024? Un nuevo capítulo olímpico con la posibilidad de hacer la diferencia.  Recuerden que… todo #EsPosible.

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