(Nota: Este escrito fue compartido con los hermanos en fe en la Iglesia Evangélica Unida de Puerto Rico de Villa Andalucía. Primera vez que me invitan a dar testimonio de mi relación con Dios, que vivo en la intimidad gracias al deporte. Lima fue más que unos Juegos, fue un encuentro con Dios)
Han pasado 39 años desde que Dios me dio la oportunidad de abrir los ojos. Jamás me imaginé una vida llena de bendiciones, que con más años que sumo voy comprendiendo el propósito de Dios en mí.
Una de esas oportunidades que Dios me ha dado, y no existe trato para cambiar, ha sido conocerle a través del deporte. Él había llegado a mi vida por la insistencia de mi mamá y el gran trabajo que realizaron mis maestros de escuela bíblica en la Playa de Guayanilla: Wanda, Esther, Haydee, Francisco Rosa, Remy, Helen y dos que marcaron mi vida Dora y el pastor Rafael Pérez.
No es lo mismo que me empujaran a las creencias cristianas, a que mi yo decidiera entrelazar mi relación íntima con Dios. Eso lo comprendí cuando el pastor Rafael Pérez me enseñó encaminar la relación que yo quería con Dios. Yo decidí conocer a Dios exponiéndome al fuego.
|| Un paréntesis. Nadie puede decidir por ti. Eres tú, solo tú el que decides la relación con Dios. Los que te hablan de Dios es porque quieren compartir ese gozo que emana el amor de Cristo. Dios se manifiesta en ti, por tu decisión. Cierro el paréntesis. ||
Todo comenzó por un deseo de transformación familiar. Esa oportunidad llegó por la esgrima en la Escuela Especializada en Deportes en Salinas. Lejos de mi hogar, intensificando mi relación con mi familia.
Fueron seis años que pasé creciendo con otros compañeros que buscábamos el sueño olímpico. Yo, a diferencia de ellos, tuve una prueba durísima: un accidente que me dejó sin dientes por un año, pero con más ganas de convertirme en una digna representación para mi país, mi gente y mi familia. ¡Creo que lo logré!
Como buena esgrimista nunca bajé la guardia. Dios me llenaba de bendiciones, sin entender lo que Él quería. Sin saberlo, le di permiso a darle forma a mi vida, así como lo hizo con Jeremías, o, mejor dicho, estamos en ese proceso de construir una hermosa vasija con el barro de mi alma.

Poco a poco va formando un corazón fuerte, firme y sostenido en la fe. Me ha llevado por muchos caminos donde voy confirmando su grandeza. Ha hecho milagros por los que me rodeaban y por mí.
No obstante, las dudas siempre llegaron y siguen llegando. ¿Por qué Dios no me deja ganar la medalla de oro? ¡Siempre plata y bronce! ¿Por qué Dios no me permitió representar a Puerto Rico en unos Juegos Olímpicos? ¿Por qué pierdo, si entreno y oro sin cesar? ¿En dónde está el sentido de creer y afirmar “Todo lo puedo en Cristo que me Fortalece”? O dudar de la palabra de Hebreros 11:1: “Es pues, la fe la certeza de lo que espera, la convicción de lo que no se ve”. Sí, fui medallista de oro ganando más de 10 campeonatos nacionales (entre juveniles y adultos), tres veces medallista centroamericana, dos juegos panamericanos, dos intentos olímpicos y varias medallas de torneos esgrimísticos. Aun así, el ego quería más.
Siempre digo que convertirme en periodista deportivo fue la herramienta que Dios usó para mantenerme con él. No gano premios, ni medallas. No hago récords mundiales, pero sí aprendo a ser misericordiosa, comprensible, solidaria y apoyo para los que veo en cada una de las situaciones que yo viví. Las que no puede lograr me las gozo como mías, por ejemplo: la medalla de oro de Mónica Puig o las de las tenimesistas Adriana, Melanie y Daniely.
Fue en la profesión que me lancé a escribir de la aceptación de Dios fuera de lo que eran mis diarios. No se crean que fue hace muchos años, hace unos cinco que decidí hablar de mis pruebas de fe y de lo que voy descubriendo en cada rostro del atleta cristiano que no le avergüenza dar testimonio de su amor por Dios. Lo hice a través de un medio nacional (Noticel) y lo sigo haciendo desde mi propio blog o redes sociales. ¡Creo que este momento también cuenta! {Desde el pulpito de la IEU de Villa Andalucía}.
¡Eh…! Esto fue de poquito a poquito. Empecé solo cuando Dios me concedía lo que pedía, ya he avanzado porque lo amo más cuando me manda las pruebas y pasó más rápido el dolor para que el lamento se convierta en baile.

En estos Juegos Panamericanos, yo creo que Dios quiso, que ustedes mis hermanos, vieran el poder de Dios a través del deporte. Algo que por mucho quería hacer en esta iglesia. Perdí la cuenta de los años que llevo aquí, solo recuerdo que ya mismo cumplo un año de mi traslado como miembro oficial a esta iglesia, porque del escuadrón de Dios llevo más de 25 años.
Creo que el poder de Dios hizo que ustedes pudieran distinguir las diferentes manifestaciones de fe en cada uno de los gestos y palabras que dieron nuestros atletas en los escenarios deportivos.
Vieron muchos como Fernando Cruz lanzarse al suelo, arrodillarse, inclinarse y elevar su plegaria a Dios con brazos extendidos alabando a Dios finalizado cada partido que cerraba con el equipo de béisbol. (Foto de portada)

Escucharon citas tan poderosas como las del dirigente Juan “Igor” González, que primero daba gloria a Dios por las victorias y recitaba el listado de las personas que habían aportado al éxito de la novena que lleva 10 letras en el pecho, refiriéndose a Puerto Rico.
Yo le añado lo que me dijo camino al autobús el día de la final:
“Zacha, ¡vamos a ganar oro! ¡Créelo por Fe! Dios me lo confirmó, Zacha. Esto está declarado hace mucho tiempo. Dios nos va a dar la victoria. Dios no abandona a sus hijos. ¿No lo crees? ¡No seas mujer de poca fe! ¡Cree en Dios!”
Juan «Igor» González, dirigente de la Selección Nacional de Béisbol ORO en Lima 2019
Palabras con poder que se concretizaron con trabajo arduo, pocos recursos y un equipo comprometido. Estos ejemplos fueron de oro.
Ahora, ¿Qué dice un atleta que no gana oro? Les tengo dos. El primero, el luchador Franklin Gómez.
Yo no he conocido atleta contemporáneo que desde su inicio de su carrera ha hablado de Dios con convicción, firmeza, tanto amor y pegajosidad. Es contagioso su forma de ser, lo que me lleva seguir su modelo, ser como él.
Franklin antes, durante y en el presente da testimonio de Dios sin tapujos. De él aprendí a no tener miedo y abrirme al mundo para decir que Dios me renueva cada día, me da oportunidades para servirle y lo más difícil para el ego, aceptar su voluntad. Hacer silencio en las pruebas y abrir la boca para alabarlo. O mejor, ¡Pastor e iglesia! Doblar las rodillas para dar Gloria más veces, que las que uso para pedir.
Franklin ve al deporte como la identidad que Dios le da ante el hombre. Pero esa identidad no la acepta, el solo acepta la que por gracia Dios le otorga como instrumento de salvar vidas y testificar su grandeza.

Franklin, nuestro abanderado, no ganó en las Olimpiadas de Rio por una mala pasada en la competencia que muchos la vemos como un robo, y él la ve como la medalla de oro que tanto ostenta para el País. Él dice que ganó más con lo que le enseñó el proceso que todos lloramos, que el haberse ganado la medalla.
En estos Juegos se enfrentó con el doble medallista de oro olímpico en los 74 kilos. Un estadounidense que luego de conocer la gloria del hombre a través de la primera medalla de oro olímpica, se sintió vació y decidió llenarlo con Dios. El luchador así lo testifica en la Biblia para deportistas Persiguiendo más que el oro y la plata.
Franklin no sabía del testimonio de su oponente hasta la entrevista que le hiciera como abanderado para Lima. Él lo tomó como un espectáculo que Dios quería para el público y enseñarle a la gente la grandeza de Dios manifestada en el deporte.
El resultado fue plata para Franklin, oro para el estadounidense. ¿Franklin le cuestionó a Dios? NO. Al contrario, se hizo responsable por el error técnico que lo dejó con la plata y glorificó a Dios porque ambos salieron sanos del mattre, y con una medalla para el país. Esto es digno de admirar.

El otro ejemplo es la judoca Melissa Mojica. Nuestra Meli, de echo enfermera de vocación. Había declarado su retiro en Rio 2016. Pero, su amor por el deporte y la Fe en Dios la trajeron de vuelta. Operaciones, susto con un diagnostico en su tiroides y su agenda cargada de estudios en enfermería no la pararon. ¿Por qué?
“Yo creo en un Dios todopoderoso. Él decide donde me quiere. Aquí estoy. Todo esto es por la Gloria de Dios”,
Melissa Mojica, judoca olímpica y múltiple medallista Centroamericana y Panamericana
La medalla de plata fue bálsamo de alivio para la delegación en el último día de la competencia de Lima, ya que cerrábamos con superávit de medallas: 24 y una 25 que se esta peleando por resultado adverso a pruebas de dopaje. Digo superávit porque la proyección era de 17 a 20 medallas.
Dios se manifestó a través del deporte. Son más los ejemplos que puedo estar contando. Eso lo haremos emulando los caracteres cristianos de nuestros deportistas en nuestros torneos de softbol, días de juegos y otros inventos más en la Iglesia.
No me quiero despedir sin decirles:
Doble rodilla, cuando éstas se lo indiquen. No es lo mismo doblarlas en petición, que por alabanza y gloria a Dios. Seamos bondadosos con Dios, de la misma forma que fue él antes de entregarse por nosotros orando sin cesar para que la voluntad de su Padre se cumpliera en la Tierra.

Y… adopten como todo deportista el ejemplo del medallista de oro Oscar Collazo, boxeador de la congregación del Romero en Villalba, que lleva tatuado no solo en su piel sino en su palabra un fragmento del salmo 138 “Jehová cumplirá su propósito en mí”.
Para esto Dios te manda a decir “Esfuérzate y sé valiente. No temas ni desmayes, que yo soy el Señor tu Dios y estaré contigo por donde quiera que vayas”, versículo preferido de la Presidenta del Comité Olímpico de Puerto Rico y toda nuestra Delegación.
Dios los bendiga.