Aceptar a Dios, Hijo y Espíritu Santo es una decisión de amor que conlleva sepultar la vida que nos traía tristeza, vacío y desolación. Vivir en Dios significa que nunca estaremos solos en los momentos de tormenta y en los días de gozo.
Nos podremos sentir abatidos, pero recordemos a Filipenses 3:13-14 “…olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante, para llegar a la meta y ganar el premio celestial que Dios nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús”.
Debemos tomar los ejemplos de los profetas en el libro de La Biblia. Es un libro histórico, con múltiples lecturas que se atemperan a nuestras vivencias. Acercarse a Dios es conocer el amor puro, a la misericordia y tener las herramientas para enfrentar con valor las pruebas que estamos expuestos. Estas pruebas pueden ser de trabajo, familia, escases, pérdida de un ser querido, confusión íntima, ego, enfermedad, de rechazo por creer en el Todopoderoso y más.
Los que creemos no estamos exento de las emociones que se viven en cada una de las pruebas. Sin embargo, tenemos la bendición de descubrir en el centro de huracán la grandeza de un amor fiel, de la victoria sobre la tentación de caer derrotados y el gozo en adoración. Para esto Lucas en el capítulo 21 versículo 19 nos dice: “¡Manténganse firmes, para poder calmarse!”.
Reforzamos nuestra mente teniendo presente a Romanos 12:12: “Vivan alegres por la esperanza que tienen; soporten con valor los sufrimientos; no dejen nunca de orar”.
Recordemos que Jesús resucitó para dar vida eterna, como enseñanza al hombre que le preferencia a sus actos de corrupción y una religión nublada en su norte.
Ser creyente es creer en Dios en todo su esplendor. Ser creyente es vivir en resurrección eterna. Llevemos las buenas nuevas en un día de inicio con el pacto de amor que nos regala Dios.
“Ustedes, por su parte, siguieron nuestro ejemplo y el ejemplo del Señor, y recibieron el mensaje con alegría que el Espíritu Santo les daba en medio de grandes sufrimientos. De esta manera llegaron a ser un ejemplo para todos los creyentes en las regiones de Macedonia y Acaya”, I Tesalonicenses 1:6-7.
¡Bendecido seas!